Parar a tiempo puede ser tu mayor avance

Mirando hacia atrás, me doy cuenta de lo valioso que ha sido aprender a parar a tiempo. ¿Qué significa eso? Saber reconocer cuándo algo en mi vida necesita ser revisado y, si hace falta, transformado. A veces ese cambio es grande. Otras, basta con ajustar algo o soltar lo que hoy ya no me sirve.

Es fácil entrar en piloto automático. Nos adaptamos, nos ocupamos, nos enfocamos en lo que viene. Y aunque eso puede hacernos sentir productivos por un tiempo, llega el momento en que surgen preguntas incómodas: ¿Por qué estoy viviendo así? ¿Por qué me está costando tanto? ¿Esto es realmente lo que quiero?

Parar no es una pérdida de tiempo. Al contrario: es necesario. Nos permite replantear nuestras prioridades y alinear lo que vivimos por fuera con lo que sentimos por dentro. Es un ejercicio que vale la pena repetir cada cierto tiempo.

Cuando hago esas pausas, me ayudo con preguntas simples: ¿Esto que hago me aporta o me resta? ¿Estoy cuidando mi cuerpo, mis vínculos, mi paz mental? ¿Estoy viviendo como la persona que quiero ser?

Durante años no hice estas pausas, y lo pagué caro: en mi salud, mi matrimonio, mi rol como padre y mi trabajo. Desde que empecé a detenerme con intención, mi ansiedad ha bajado, y mi vida se siente más mía. Incluso cuando elijo caminos nuevos o inciertos, tengo paz, porque los elijo yo.

Mi invitación es esta: aparta un momento, toma un cuaderno, y pregúntate si estás viviendo según lo que valoras. Si no es así, empieza a cambiarlo, paso a paso. Nunca es tarde para corregir el rumbo.

Anterior
Anterior

Por qué pensamos primero en lo negativo

Siguiente
Siguiente

Un producto que no debería estar en tu dieta